Seguridad Nacional: la construcción del enemigo público


Aunque la Doctrina de Seguridad Nacional ha sido clásicamente un concepto utilizado para describir la diplomacia de los Estados Unidos con el resto del mundo, cada vez es más apropiada por Israel para describir su propia doctrina frente a los palestinos. Israel argumenta que el pueblo ocupado es, al mismo tiempo, el gran enemigo externo contra el cual es necesario levantar un modelo de defensa que permita sobrevivir a la agresión. Este estado permanente de amenaza externa es el que justifica no solo el sistemático uso de la fuerza sino el constante desarrollo de tecnología que permita ejercer mejor la “defensa”.

En América Latina este discurso ha calado, y no es una casualidad, pues parte de la doctrina de seguridad estadounidense fue orientada para acercar a los países latinoamericanos y no dejar que en el continente avanzara el comunismo. De allí vienen algunas de las ventas que logró hacer Israel a las dictaduras más duras en Centroamérica y el Cono Sur durante la década del setenta y del ochenta. En ese momento, las empresas militares estatales y de seguridad israelíes, encontraron un nicho de mercado muy importante, debido a que las dictaduras se levantaron, justamente, en un ambiente contrainsurgente.

Es interesante ver que este nicho de mercado aparece para Israel gracias a las políticas internacionales de Estados Unidos: en las ocasiones que Israel tuvo la mayor cantidad de ventas e influencia se trató de regímenes de los cuales Estados Unidos había decidido distanciarse por el costo político de asociarse con el tipo de violaciones de derechos que se estaban llevando a cabo. Este es el caso de Guatemala, descrito al inicio del presente informe. Evidentemente, para Israel no conllevaba ese mismo costo político.

Pero no solamente las dictaduras se apropiaron de este discurso, varios gobiernos democráticos que seguían la diplomacia estadounidense, también aprovecharon este discurso en su lucha contrainsurgente.

Desde el ataque a las torres gemelas en el 2001, la lucha contrainsurgente se empezó a entender globalmente como una lucha contra el terrorismo. El éxito de este discurso se debió en parte a lo útil que era para Israel definir su ocupación del territorio Palestino como una manera de enfrentar la amenaza del terrorismo. La excusa del terrorismo hizo que países como Colombia, incrementaran la compra de material bélico a Israel en su apuesta por acabar militarmente a las guerrillas, catalogadas desde entonces como grupos terroristas.

Desde la caída del muro de Berlín, el enemigo externo ha vuelto a cambiar, no sólo se trata de la ideología comunista y el terrorismo, sino que cada vez cobra más importancia el discurso en torno al crimen organizado como la gran amenaza a combatir. La emergencia del narcotráfico y su asociación con actores armados, conllevó a que países como Colombia y México y Brasil encontrarán en este nuevo enemigo (que es externo e interno a la vez) la justificación para mantener el fortalecimiento de sus ejércitos. Buena parte de las armas compradas por México se justifican en la lucha contra el narcotráfico, y algunas de las nuevas dotaciones que países centroamericanos quieren para sus armadas y monitoreo aéreo, también caben en este modelo.

Finalmente, está la excusa del control migratorio, la que lleva a promover la militarización de las fronteras. Este fenómeno no se puede desligar de la doctrina de seguridad nacional, ni de la lucha contra el terrorismo y el narcotráfico descritos hasta el momento. Si bien, gran parte de los discursos y los procesos que acompañan la lucha contra el terrorismo y el narcotráfico, enmarcados en la doctrina de la seguridad nacional, son promovidos por los Estados Unidos, las ventas de productos y tecnologías, así como las capacitaciones de distintos actores israelíes, son los que permiten su implementación. La frontera entre Estados Unidos y México es un excelente ejemplo de esta realidad, ilustrada por la profunda participación de empresas israelíes como Elbit Systems y Magal, en la militarización de este territorio.

La militarización de la frontera entre Estados Unidos y México también ilustra que la doctrina de seguridad nacional, especialmente por sus discursos anti-terroristas y anti-narcotráfico, es una doctrina racista. Los discursos antiterrorismo y antinarcotráfico criminalizan poblaciones enteras partiendo del prejuicio que todos los latinos son por esencia narcotraficantes o que todos los afrodescendientes son adictos. De esta manera, bajo argumentos racistas se militariza cada vez la frontera sur de Estados Unidos, y con ello, empresas israelíes ganan cada vez más contratos por montos más elevados.

Cabe aclarar que la militarización de las fronteras va más allá del sur de Estados Unidos. A lo largo de Centroamérica se está extendiendo la militarización de las fronteras, siempre bajo los mismos discursos racistas de la seguridad nacional. Y también las tensiones fronterizas contemporáneas han favorecido el incremento de la compra de armas, como en el caso de las compras de Ecuador, Perú y Chile. No es extraño que el incremento de armas en Ecuador y Perú se den luego del conflicto entre ambos países en 1995.

Una de las conclusiones tentativas que se propone, es que el militarismo israelí en América Latina ha podido venderse gracias a la promoción de la idea que la Seguridad Nacional no solo debe ser una prioridad para los países latinoamericanos, sino que además las armas probadas en terreno, dan cuenta de la efectividad y calidad que tienen como vendedores.[mejorcluster posts=”1111, 1107,” round=”yes” shadow=”yes” skip_title=”yes” skip_desc=”yes”]